Tú abdica, que yo me reinvento

Estándar

Bea PonceTengo la sensación de haber retrocedido 20 años en mi propia historia, pero con otros veintitantos más, colgando uno detrás de otro sobre mis espaldas. No puedo decir que vuelva a ser becaria, pero sí que estoy otra vez en prácticas. Nuevamente trabajo muchas horas, 6 al día, por amor al arte y en pro de mi proceso de reinvención. Otra vez vuelvo a dar lo mejor de mí, sin retribución económica. Y, por enésima vez en mi vida, la avidez de aprender, la necesidad de saber, la obsesión por aprovechar cada minuto, hace que intente disfrutar al máximo de la experiencia tomándomelo como un nuevo regalo que me da la vida. Y van muchos…

Lo han entendido bien. Esta semana he iniciado un proceso de aprendizaje en prácticas en una empresa hotelera de mi ciudad. Durante las próximas semanas pasaré por todos y cada uno de los 12 departamentos del establecimiento. El objetivo es descubrir los secretos mejor guardados del funcionamiento de un hotel de 4 estrellas, que hasta ahora una sólo había disfrutado como clienta. Abrirlo en canal de parte a parte, asomarme y ver de cerca sus tripas. Y, al final, volver a cerrar al animal comprendiendo qué funcionamiento exacto de cada pieza consigue hacer girar el engranaje.

Como decía, tengo 20 años más que antes, 4 lustros de experiencia en otra profesión, importantes y prioritarias obligaciones familiares y mucha menos energía. Pero, también tengo toneladas de curiosidad, el alma llena de ilusión, el estómago repleto de miedo a un futuro incierto y un par de ovarios que, por fortuna, suelen acompañarme en las grandes ocasiones.

Por primera vez en mi vida, visto de uniforme. Discreto, eso sí. Pantalón y polo negro, aderezado con una chapita con mi nombre. Me miro con insistencia cada vez que veo mi silueta reflejada en cualquier lugar por donde paso y no acierto a decidir si me gusto o no. Creo que el balance es más positivo que negativo, pero también creo que no me atrevo a reconocerlo abiertamente ante mí misma. Cosas de mi vida pasada, supongo…

Y es que todavía vivo en un estado perpetuo de bipolaridad. Me explico. Compartir almuerzo con otras 8 personas en el comedor de personal y enterarte de rebote y de pasada de la abdicación del Rey… cuesta de asimilar. Mientras los demás discuten sobre si es o no el momento apropiado para tan magna decisión, yo sólo tengo ganas de gritar que soy periodista, que necesito urgentemente ver u oír un informativo. O que, en su defecto, debo de salir corriendo al vestuario para devorar mi Smartphone y machacar con el dedo las redes sociales y las ediciones digitales de los periódicos. Pero, no. Una respira hondo, acaba de comer, vuelve al departamento de compras del hotel y continúa aprendiendo a cuadrar stocks e inventarios, a hacer pedidos y a husmear en los intríngulis del establecimiento y de la cadena. Como dice Sabina, la vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo ya hay que morirse. Y yo, todavía en prácticas…